Por Raymundo Padilla Lozoya*
Es cierto, todos
los mexicanos recordamos que en septiembre tiembla muy fuerte en la Ciudad de
México. Pero también debemos recordar que en septiembre se han presentado
huracanes muy poderosos, que impactaron ciudades vulnerables causando daños y
pérdidas humanas.
En 1988, en el
Caribe y el Golfo de México, el 14 de septiembre, el huracán Gilberto impactó a
la sociedad mexicana incapaz de resistir la magnitud de tan poderoso sistema.
Los estados de Yucatán, Tamaulipas y Nuevo León padecieron los peores daños,
pero incluso en Coahuila y hasta en Quintana Roo hubo afectaciones por
inundaciones.
Y hace 5 años, también
un 14 de septiembre, pero en el Océano Pacífico, el huracán Odile impactó Baja
California Sur. Su intensidad destrozó las localidades con viviendas más
endebles, y aunque no llevó tanta precipitación pluvial, la velocidad de sus
vientos fue extraordinaria.
Un día después
del impacto de Odile en San José del Cabo, mi amigo Jesús (Chucho) Montaño vino
a Colima de vacaciones, sin saber lo había ocurrido en su pueblo. Recorríamos
una avenida en mi auto, cuando le pregunté cómo estaba su familia y él me
cuestionó por qué. Entonces le conté del huracán y su rostro se transformó en
angustia. Intentó llamar pero en ningún teléfono le contestaron. Así iniciaron
sus vacaciones más angustiantes. Al paso de las horas, mientras cenábamos,
recibió la llamada de su hermano, quien le contó lo ocurrido. Y entonces mi
amigo Chucho, incrédulo, le dijo: -Cómo ves carnal que acá en las noticias
andan diciendo que la palomilla anda robando tiendas-. Entonces hubo un
silencio y agregó: -Cómo que tú también… Ah caray, híjole, ni modo carnal, lo
que sea por la familia. Así, descubrió que no conocía plenamente a su hermano
como él creía, y que un padre es capaz de lo que sea, con tal de alimentar a
sus hijos, cuando el Estado fracasa en garantizar la protección de los
ciudadanos.
Lo que ocurrió en
2014 con Odile no es nuevo, pero cada desastre los medios y ciertos
funcionarios nos intentan vender la idea de que nunca antes ocurrió algo así y
que todo se debe al cambio climático o incluso a la ira divina. Pero la
Historia está siempre puesta para contarnos lo que guarda la memoria. Y si
buscamos un poco, seguro encontramos algún antecedente.
Por ejemplo, el
14 de septiembre de 1939, un posible huracán produjo una abundante inundación
que arrastró y destruyó las viviendas frágiles de Cabo San Lucas (entonces
denominado La Cuadra), y las más resistente fueron inundadas. Fue tal el daño
que los habitantes prefirieron reubicarse y asentarse en el terreno donde ahora
se encuentra el pueblo. La industria hotelera casi ha desaparecido al poblado,
pero aún queda un jardín, un templo y hasta un museo en Cabo San Lucas, que nos
recuerdan cómo era vivir ahí, a la intemperie, sin árboles ni montañas para
defenderse de un huracán.
Fuente: cortesía del arquitecto Roberto Cuétara.
En la imagen se notan un par de
construcciones que resistieron la avenida súbita que se produjo. Las demás
casas que se ubicaban alrededor fueron destruidas y las pertenencias quedaron
destrozadas.
El flujo de
escombros bajó de la serranía con gran velocidad, debido a la pendiente natural
del terreno.
Fuente: cortesía del arquitecto Roberto Cuétara.
En unas cuantas horas fueron
arrastrados casi todos los animales, viviendas y personas que aunque quisieron
no pudieron escapar al flujo compuesto de arena, palos, rocas y lodo.
Las viviendas, entonces construidas con
adobe las más resistentes y con ramas y palma las más humildes, colapsaron o
fueron destrozadas. En la imagen se nota la antigua casa de Néstor Herrera,
ubicada donde ahora está el famoso centro comercial Puerto Paraíso.
Fuente: cortesía del arquitecto Roberto Cuétara.
Como se puede leer, la memoria de las
tragedias siempre espera a que la rescatemos del riesgo que representa olvidar
la historia de nuestros ancestros. La memoria se compone de múltiples elementos
que nos permiten reconstruirla e interpretarla, ya sea por medio de imágenes
fotográficas, recortes de periódicos, relatos, ex votos, poemas, corridos
musicales, testimonios, etcétera. Olvidar nos hace muy vulnerables y vivir sin
memoria de nuestras tragedias es altamente riesgoso. Por ello es importante
conmemorar los eventos recientes, como el caso de Odile, para perpetuar su
memoria, por los daños y por quienes perdieron la vida; pero sería conveniente
también celebrar el aprendizaje de esa experiencia que sirvió para mejorar la
“prevención”. O ¿qué se ha hecho en Baja California Sur para prevenir otro
desastre, igual o peor al detonado por el huracán Odile? ¿Qué cuentas pueden
dar las autoridades de Baja California acerca del trabajo preventivo realizado
en 5 años desde Odile? Así, este septiembre, los funcionarios bajacalifornianos
¿conmemorarán el desastre o celebrarán su prevención?.
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* Periodista, historiador y antropólogo, especialista en riesgos y desastres, Universidad de Colima.
Me gustaria comentar lo siguiente, he encontrado en algunas referencias que sugiere que los conmemoraciones colectivas ayudan con el duelo, sin embargo, al menos en la mayoria de los casos, es el contexto el que "neutraliza" ese efecto positivo en las personas, me refiero a la sensacion de olvido y abandono, a la salida del escenario mediatico despues de la emergencia, entre otros.
ResponderEliminarRespecto al afrontamiento de las pérdidas humanas se ha postulado que las conmemoraciones colectivas, y los ritos funerarios o de duelo, son funcionales para la asimilación de esas pérdidas asociadas a las catástrofes. La ausencia de ritos colectivos de despedida se supone que es un factor de riesgo para el duelo complicado. En algunos casos esos 30
ResponderEliminarritos no pueden celebrarse por desconocer el paradero de las víctimas, en otros por el clima de miedo y violencia.
Para los familiares los ritos cumplen las siguientes funciones: a) Mitigan la separación y permiten a las personas presentarles sus respetos a los muertos. b) Enfatizan la muerte como un hecho de cambio vital, confirman que la muerte es real. c) Los rituales facilitan la expresión publica del dolor y delimitan las fases del duelo. d) Nuevos roles sociales son asignados y los ritos delimitan el ritmo de reintegración en la vida social. Para los miembros de la comunidad los rituales: a) Facilitan la expresión publica del dolor y otras emociones. b) Permiten reconocer una pérdida. c) Ayudan a presentar sus respetos y honrar la memoria del muerto (Bowlby, 1980).
Páez, Darío & Fernández, Itziar & Beristain, Carlos. (2004). Emociones y conductas colectivas en catastrofes.
Éste aporte me hace recordar otros dos negros episodios en la historia ciclónica de nuestro país. La primera, aquel lejano 21 de Octubre de 2005 cuando el Huracán más poderoso en la historia del Atlántico golpeó el Norte de Quintana Roo ya degradado a categoría 4, los avisos en ese entonces llegaron a tiempo, pero nada se pudo hacer ante rachas de viento que superaban los 350 km/h. La pared del ojo golpeó el norte de Cancún manteniéndose por más de 48 horas debido a la acción de un Frente Frío que lo mantenía estacionario. Cancún terminó bajo los escombros ese octubre de 2005, pero debido a la inversión de las empresas hoteleras pudo reactivar su economía de forma relativamente rápida y con ello la ciudad pudo anteponerse a la catástrofe.
ResponderEliminarHan pasado casi 14 años de la tragedia y otros tantos huracanes han golpeado Quintana Roo, la ciudad y la zona hotelera continúan creciendo al márgen de la costa, pudieron sobreponerse al impacto de un huracán mayor, pero a esto no sé como es posible llamarle, resiliencia, irresponsabilidad, necesidad o ignorancia.
El segundo caso que me gustaría comentar es el del Huracán Patricia en octubre de 2015. Ésta vez, el huracán más intenso en la historia del Pacífico oriental, rachas superiores a los 400 km/h. La cobertura de los medios de comunicación en seguimiento al sistema fue mucho mayor, pero erróneamente la atención se centró en las ciudades y puertos más importantes de Jalisco y Colima (Guadalajara, Puerto Vallarta y Manzanillo respectivamente).
El sistema impactó como categoría 5 en la escala de Saffir-Simpson, en una zona poco poblada y relativamente humilde de Jalisco, llamada Emiliano Zapata. Del lugar de impacto poco se supo ya que los medios no le dieron la importancia que merecía de acuerdo a los daños sufridos por ser una población relativamente pequeña.
El huracán perdió fuerza rápidamente debido a la acción de la Sierra Madre Oriental y la población del resto del país creyó que había sido una exageración y que no había impactado con la intensidad que se pronosticó. De ésta manera es como se crea una falsa imagen de que México está preparado para afrontar fenómenos de ésta magnitud.
Más grave es que el entonces presidente de la República atribuye el rápido decaimiento del sistema a las oraciones de los mexicanos. No quisiera herir susceptibilidades con el siguiente comentario, pero es necesario decirlo. Las oraciones en situaciones de emergencia pueden ser útiles para la moral, pero si no se está preparado con protocolos adecuados, ellas no salvan vidas.
Ambos casos tuvieron negligencias distintas, pero no pueden pasarse por alto. Cada negligencia puede costar una vida en el futuro.
Gracias por la perspectiva social que aporta a la Gestión de riesgos, estimado Dr. Padilla, es de enorme relevancia. Sin ella el estudio profundo de los fenómenos y su entendimiento perdería mucho sentido
Muy cierto, se recuerda esos eventos, cuando bien nos va, solo para no dejar en tela de olvido el tema, conmemorando al desastre, y en muchas ocasiones sin ninguna memoria que nos haga reflexionar y generar los cambios para evitar nuevas tragedias con fuentes similares.
ResponderEliminarLos actores políticos se preocupan muchas veces únicamente por el momento que estarán en el poder o en busca de otro puesto, sin pensar en un panorama prospectivo y sostenible. Ahí radica la importancia de trabajos como el suyo Dr. Padilla. En hora buena!