Etapa superior de la gestión del riesgo y de la protección civil.
(Segunda parte)
(Segunda parte)
Muy buenas tardes a todos mis amigos, aquí quiero empezar hablando
brevemente de una situación que me trae del nabo desde hace mucho tiempo; en
efecto, recuerdo que desde que el Presidente Fox saludaba y decía: “mexicanos y
mexicanas”; a partir de ese momento todo mundo empezó a puntualizar una
división -en los discursos- entre hombres y mujeres, que se vería fortalecida
por la gran corriente feminista que existe en el mundo, contra la cual quiero
precisar, no tengo absolutamente nada, incluso tengo una hija con un doctorado
en psicología de la UNAM, que se dedica a la investigación y vive
profesionalmente del tema. Sin embargo, si es preciso especificar que la Real
Academia de la Lengua Española señala qué:
“La actual tendencia al desdoblamiento
indiscriminado del sustantivo en su forma masculina y femenina va contra el
principio de economía del lenguaje y se funda en razones extralingüísticas.
Por tanto, deben evitarse estas repeticiones, que generan dificultades
sintácticas y de concordancia, y complican innecesariamente la redacción y
lectura de los textos. Por ello, es incorrecto emplear el femenino para aludir
conjuntamente a ambos sexos, con independencia del número de individuos de cada
sexo que formen parte del conjunto.” Así, en el caso del ejemplo de la
expresión “los compañeros” es la única forma correcta de referirse a un grupo
donde todos sus miembros fueran hombres, y, además, también es la única forma
correcta para denominar a un colectivo donde hubiera hombres y mujeres, aunque
el número de compañeras fuera superior al de compañeros. Y sólo se utilizaría,
compañeras, cuando el colectivo estuviera formado en exclusiva por mujeres”.
En otro
comunicado dice la RAE:
“Consecuentemente, los nombres apelativos
masculinos, cuando se emplean en plural, pueden incluir en su designación a
seres de uno y otro sexo: Los hombres prehistóricos se vestían con pieles de
animales; y de la referencia no quedan excluidas las mujeres prehistóricas.”
Así que aclarado que mi forma de saludarlos a ustedes se basa
exclusivamente en un uso correcto de la lengua española, paso a pedirles a
ustedes una disculpa por haberme desviado del tema y empiezo a hablarles sobre
la “La Respuesta Socialmente Organizada”.
En el artículo anterior (https://ratogapan.blogspot.com/2018/12/la-respuesta-socialmente-organizada.html),
explicaba yo, desde mi muy personal punto de vista, que solamente conocía dos
tipos de mecanismos en donde la participación social era muy visible:
- El Plan Operativo Volcán Popocatépetl; y
- El Sistema de Alerta Temprana para Ciclones Tropicales (SIAT-CT).
- Plan de Emergencia Radiológica Externa de la Planta Núcleo Eléctrica Laguna Verde, en el estado de Veracruz.
- Plan de Operaciones Volcán de Colima.
· En estos, al igual que en los anteriores, “La Respuesta Socialmente
Organizada” conjuntamente con “la respuesta oficial o gubernamental”, juegan un
papel preponderante en la protección de la sociedad en general.
Debo reconocer que el tema es mucho más profundo de lo que parece, que
muy probablemente existan otros mecanismos en donde la combinación de la
respuesta socialmente organizada y la gubernamental subsistan juntas; estas
cuatro que menciono son las que en mis 21 años en la protección civil me tocó
participar activamente.
Durante los 21 años que he tenido la oportunidad de vivir y disfrutar
la protección civil y ahora también la gestión del riesgo de desastre, he
podido aprender de grandes decanos del SINAPROC (cuando yo llegué el SINAPROC,
este solo tenía 12 años, era mucho más joven de lo que sigue siendo hoy
comparado con sistemas centenarios que hay en otros lugares del mundo, seguían
en actividad mucha gente que fundó el SINAPROC y se venían sumando muchas
personas que son y siguen siendo muy brillantes, provenientes de los sectores
público privado y social del sistema; también jóvenes profesionistas que
empezaban a crecer y a aportar su pasión y conocimientos por este tema).
Después de la presentación de la primera parte de este blog, recibí un
comentario de una de las personas que más admiro; lo conocí en noviembre de 1998
en Colima durante una crisis volcánica; él era entonces un joven de veinticinco
años de edad que ya era Licenciado en Letras y Periodismo y trabajaba en donde
había egresado, la Universidad de Colima; hoy en día tiene un doctorado en
antropología por el Centro de Investigación y Estudios Superiores en
Antropología Social (CIESAS) y pertenece al Sistema Nacional de Investigadores,
laborando en su alma mater la Universidad de Colima, me refiero al Doctor
Raymundo Padilla Lozoya @raypadilla1 , quien es un apasionado de nuestro tema y
uno de los grandes estudiosos de los desastres desde el punto de vista
antropológico.
El Doctor Padilla me comentó lo siguiente:
“Excelente aportación, en México, parte del
problema consiste en que se lee poco a los especialistas. Ideas como las
propuestas en este artículo, fueron planteadas desde la década de los 80s por
los geógrafos y antropólogos que estudiaban la respuesta social ante desastres.
Sin embargo, por NO leer, por NO analizar y NO actualizar el modelo, quedamos
rezagados como sociedad y el 2017 se presentó un escenario de respuesta
bastante similar al de 32 años atrás. Solamente que fue mayor por el llamado
que se hizo por medio de las redes sociales.
A punto de iniciar 2019, da gusto leer que
los antropólogos y geógrafos tenían razón en que la respuesta socialmente
organizada era el mejor procedimiento. Ojalá que ahora sí se fomente y no sea
ignorada otros 30 años”.
¡Qué comentario tan puntual y contundente! Este mi hizo ver cuatro
cosas:
- Los geógrafos y antropólogos que estudiaban la respuesta a desastres ya habían observado la necesidad de construir una “respuesta socialmente organizada” desde los años 80s.
- Qué entonces esta idea no tiene nada de novedosa, que, por el contrario, ha estado presente todo el tiempo.
- Qué la no construcción de una “respuesta socialmente organizada”, derivó en qué en el sismo de 19 de septiembre de 2017, se presentara una gran participación social de manera desorganizada, que rebasó totalmente la capacidad gubernamental, tal y como ocurrió en los sismos de septiembre de 1985 en la Ciudad de México.
- Que consecuentemente los geógrafos y antropólogos tenían razón sobre la construcción de la “respuesta socialmente organizada” y que el SINAPROC la dejó, y la sigue dejando pasar aún.
Posteriormente al comentario del Doctor Padilla, recordé otro
mecanismo que en la primera década de este siglo comenzó a aplicar el Programa
Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) en las zonas rurales del estado de
Chiapas conjuntamente con el sistema estatal de protección civil de esa
entidad, en donde la respuesta comunitaria es la base fundamental para
responder a la amenaza o impacto de un agente destructivo; pero el mecanismo se
basa en la “resiliencia de la comunidad”, donde la autoridad apoya a la
comunidad en la construcción de esta resiliencia, pero su participación durante
la respuesta a la amenaza o impacto de un agente perturbador es prácticamente
mínima o nula, siendo la propia comunidad quien se defiende y se reconstruye
del fenómeno destructivo. Esto en esencia es “respuesta socialmente
organizada”, pero desde mi criterio, es todavía una etapa más alta, una fase
superior, a donde sin duda deberá dirigirse la gestión del riesgo de desastres.
Sin embargo, antes de reiniciar el tema, quiero comentar que veo con
preocupación que se confunde aún a la “sociedad civil” con la “respuesta
socialmente organizada”; en efecto, desde mi punto de vista son dos cosas
distintas.
La “sociedad civil”
La veo en universidades, organizaciones, asociaciones y sociedades civiles y grupos voluntarios, quienes tienen fines y
objetivos claros dirigidos a la gestión del riesgo, al estudio de los fenómenos y a sus efectos sobre la sociedad y economía, y a la respuesta en emergencia o desastres; lo hacen de manera oficiosa, ordenada
y profesional, apoyan y complementan a la gestión del riesgo y protección civil
oficial, todo el tiempo.
La “respuesta socialmente organizada”
Son vecinos comunes y corrientes, cuya actividad preponderante no es
la respuesta a emergencias y desastres, son vecinos que estudian, trabajan, son
amas de casa, personas de la tercera edad, son personas que viven su vida normalmente,
son aquellos quienes de manera desorganizada -en los sismos de septiembre de
1985 y 2017- salieron a la calle de manera desbordada y voluntariosa a ayudar a
sus vecinos.
¿Por qué construir una “respuesta
socialmente organizada”?
Los vecinos descritos en el párrafo anterior son quienes reciben directamente
los primeros efectos de una amenaza o el impacto de un fenómeno perturbador, siendo
ellos quienes inician las labores de respuesta en lo que los especialistas
-oficiales y oficiosos- llegan al sitio de la crisis.
Está comprobado estadísticamente que -por ejemplo- en los efectos
posteriores a un sismo devastador, el 80% de los rescates en edificios
colapsados, son superficiales y realizados por los mismos vecinos. El 20%
restante -y tratándose de personas atrapadas más profundamente- lo realizan los
especialistas BREC o USAR.
Insisto, los vecinos que conforman la “respuesta socialmente organizada”
no son especialistas en manejo de emergencias o desastres, pero si son quienes
en los primeros minutos post impacto, podrían organizarán la respuesta en lo
que se van desplegando los esfuerzos oficiales y de la “sociedad civil
organizada”, por medio de sus grupos voluntarios, especialistas y académicos.
La “respuesta socialmente organizada” no suple los esfuerzos del gobierno ni de la “sociedad civil”, por el contrario, los complementa.
¿Qué podría hacer la “respuesta
socialmente organizada” en los primeros momentos de la amenaza de un agente
destructivo o en el post impacto de este?
¿Cómo activamos la “respuesta socialmente organizada”?
- Establecer o instalar el Sistema de Comando de Incidentes y posteriormente, a la llegada de alguien con la capacidad técnica o jerárquica, transferirle el mando.
- Quienes cuenten con capacidades técnicas, apoyar el “área de concentración de víctimas” (dónde se administran todos los recursos médicos, humanos y materiales).
- Colaborar en la administración del “área de espera” (dónde arriban -en espera de ser asignados tácticamente a terreno- todos los recursos humanos y materiales que se van concentrando en la escena).
- Apoyar en la administración de “refugios temporales”.
- Organizar y administrar “centros de acopio de suministros logísticos humanitarios”.
Bien, pues en esta ocasión empezaremos diciendo que para iniciar un
protocolo de respuesta en general, ya sea gubernamental o social, o ambas al
mismo tiempo (lo deseable), debemos partir de un sistema de alerta temprana; esto
es una recomendación que proviene de la “Estrategia Internacional de Prevención
de Desastres y los Tratados de Sendai de Naciones Unidas” y también viene
contenida en la fracción XIII del artículo 2º del Reglamento de la Ley General
de Protección Civil (México):
De lo anterior podemos desprender cuatro elementos básicos de un
sistema de alerta temprana:
Bien, pues es todo por hoy; en la próxima entrega, que será la última sobre este tema, hablaremos de:
- Identificación de los riesgos (lo ideal siempre será contar con un Atlas de Riesgo).
- Monitoreo de los agentes destructivos.
- Difusión de las alertas de manera comprensible a las autoridades y a la población.
- Protocolos de respuesta gubernamentales, de la “sociedad civil” y de la “respuesta socialmente organizada” quién ya ha sido preparada para responder inicialmente y transferir el mando cuando se requiera.
Bien, pues es todo por hoy; en la próxima entrega, que será la última sobre este tema, hablaremos de:
- Lo que hacen otros países respecto de este tema.
- Lo que ha venido haciendo México.
- La Metaemergencia, en la cual la sociedad juega un papel preponderante.
Ha sido un placer y nos vemos en la próxima entrega.
No hay comentarios:
Publicar un comentario