"El tamaño de la emergencia es inversamente proporcional a la capacidad de respuesta"
Tengo la impresión de que la forma en que
visualizamos las emergencias es errónea; basamos nuestra visión de ellas en la magnitud
de la amenaza o el tamaño de los efectos adversos producidos, lo cual no necesariamente
está mal, pero enfoca el problema por el lado negativo.
Este enfoque erróneo nos lleva a calificarlas de
acuerdo con el tamaño que suponemos tiene y por tanto a denomina algunas
emergencias como “mayores”, inclusive atendiendo la cantidad de recursos que se
tienen que asignar tácticamente a terreno para poder ofrecer una respuesta a la
emergencia, lo cual no necesariamente es cierto si consideramos que “más no
siempre es mejor”.
Al igual que en el Derecho la defensa legítima
debe tener como uno de sus elementos jurídicos “qué la repulsa sea proporcional a la agresión” en las emergencias
la respuesta a ofrecer debe ser “proporcional
a la amenaza o al tamaño de sus efectos adversos”, no se necesita más
recurso táctico que el estrictamente necesario; ni menos, ni más, solamente lo
justo; para ello existen mecanismos de coordinación de respuesta
interinstitucional como el Sistema de Comando de Incidentes, el cual en su
desarrollo admite la colaboración social, como se ha demostrado.
Una visión más prospectiva[1]
nos permitiría entender que el tamaño de una emergencia es inversamente
proporcional a nuestra capacidad de responder a ella; en efecto, lo que le da
magnitud a una emergencia es nuestra capacidad de respuesta.
De acuerdo con lo anterior podemos tener una
emergencia provocada por la amenaza o impacto de un agente perturbador de una
magnitud poco elevada que, sin contar con capacidad de respuesta suficiente
para controlarla, necesariamente se convertirá en lo que erróneamente
consideramos actualmente como una “emergencia mayor”. Ocurre lo contrario si
tenemos una gran capacidad de respuesta y preparación, así el fenómeno más
peligroso o potente, como sus efectos perniciosos, los podemos reducir, mitigar
o controlar, evitando llegar a la mal llamada “emergencia mayor”.
Atentos a lo antes señalado debemos pensar que
la incapacidad de respuesta es una forma de vulnerabilidad (en este caso institucional
si se trata del estado, o social si se trata de la población); consecuentemente
podemos reducir el riesgo de desastre si reducimos uno de los elementos del
riesgo, la vulnerabilidad; y la podemos reducir si estamos verdaderamente
preparados y entrenados.
El agente destructivo es un factor necesario para el
desastre, pero no es el factor determinante. El factor determinante para que un
fenómeno produzca un desastre, es nuestra vulnerabilidad y esta podría estar
representada por nuestra incapacidad para responder a una amenaza.
Insisto, la incapacidad de responder a la
amenaza o impacto de un agente perturbador es una forma de vulnerabilidad; si
contamos con este tipo de vulnerabilidad, cualquier fenómeno podría causarnos
grandes afectaciones si no somos capaces de responder a él, generándonos una
mal denominada "emergencia mayor", que no es otra cosa que “una gran
vulnerabilidad” representada por la incapacidad de ofrecer una respuesta proporcional
a la contingencia.
En la “Teoría de las Elites[2]” se expresa una frase que sirve prácticamente para todo aquello que requiera un mínimo de organización, como podría ser la guerra, la política e inclusive la protección civil y la gestión del riesgo; en el caso específico de las emergencias aplica perfectamente:
Si usamos esta analogía y la aplicamos a las emergencias, podemos ver que recursos proporcionalmente aplicados, debidamente organizados, entrenados, equipados, preparados y destinados a una asignación táctica en terreno para oponer una respuesta a la amenaza de un agente destructivo o a los efectos adversos que éste haya provocado en un ente social, serán mucho más efectivos que una muchedumbre de respondientes desorganizados, mal preparados, sin equipo y sin objetivos comunes.
Para ejemplificar lo antes explicado, me
permitiré hacer uso de un ejemplo reciente:
En días pasados se presentó una emergencia que tomó características de metaemergencia, al convertirse en un evento que implicó un gran desgaste mediático y político, para el actual Secretario de Comunicaciones y Transportes del ejecutivo Federal, el cual entre acusaciones de corrupción trata -hasta la fecha- de solucionar el asunto.
Dicho evento se presentó en una obra construida
y recientemente inaugurada por el Gobierno Federal, denominada “Paso Express”
que a manera de “libramiento” permitía viajar de la Ciudad de México al
Puerto de Acapulco, sin cruzar la ciudad de Cuernavaca en el estado de Morelos;
en dicha obra se exteriorizaron una serie de “vicios ocultos” que provocaron
que se presentara un “socavón” en la cinta de concreto hidráulico. En dicha falla cayó un
automóvil con dos personas a bordo, que posteriormente morirían.
El rescate de estas personas generó un incidente
que nos permite observar situaciones de carácter técnico en el manejo de
emergencias, que ejemplifica el tema que estamos tratando.
Para lo anterior, me permito traer a este blog
una parte de un artículo reciente escrito por el Ingeniero Luis Eduardo Pérez
Ortiz Cancino[3], el cual explica muy bien
el tema que tratamos ahora; en la lectura de los párrafos, iré comentándolos
para explicarlos mejor:
En medios se
ha difundido una nota sobre una frase atribuida a un Técnico en Urgencias
Médicas (TUM), quién fue parte de los primeros servicios de auxilio que
llegaron al incidente ocurrido en el Paso Express en Morelos. Se dice que se
negó a acceder al socavón para realizar el rescate. Como profesional en la
materia, en primer lugar, sé que -nadie que no tenga el conocimiento, las
habilidades y el equipo necesario, debe realizar un rescate tan complejo- eso
porque no queremos que nadie pase de ser "héroe improvisado" a nueva
víctima.
Aquí el Ingeniero Pérez Ortiz nos comenta una
de las reglas de cualquier maniobra de rescate; en efecto, en todos los casos
la persona o el equipo que realice la maniobra debe observar la seguridad
propia y la del personal a su cargo. El objetivo es no pasar de respondiente a
víctima. Continúa Pérez Ortiz:
En segundo
lugar, la respuesta que da el TUM (asumiendo que en verdad dijo lo que dicen
que dijo) es inapropiada. Me explico, lo que se debe hacer es comenzar el
proceso de Comando de Incidentes, establecer zona de seguridad, puesto de
comando y zona de espera. Desde el principio se deben delinear los objetivos,
estrategias y movilizar los recursos necesarios para las acciones del rescate.
A las personas que son testigos se les debe explicar e incluso se les puede
hacer partícipes de las primeras acciones, esto en tanto llega el equipo
profesional necesario.
En este caso el Ingeniero Pérez Ortiz se
refiere a una probable contestación equivocada por parte del TUM que
inicialmente arriba a la escena como primer respondiente.
Tal vez no se trate de una declaración
equivocada, en mi opinión se trata de la contestación de alguien que no está
preparado para responder a una emergencia de esta magnitud, se trata de alguien
que sus recursos (conocimientos y materiales) no son suficientes para responder
a la contingencia.
En efecto, si el TUM hubiera estado entrenado
en la aplicación del Sistema de Comando de Incidentes, lo que debió hacer era:
- Informar a su base de su arribo a la escena. (No se sabe si lo hizo o no)
- Asumir el mando y establecer el Puesto de Comando. (Evidentemente no lo hizo, simple y sencillamente porque no sabía aplicar el SCI).
- Evaluar la situación. (Al parecer este paso lo efectuó medianamente, ya que lo único que si evaluó es que la maniobra era insegura y que él no contaba con los recursos para realizarla).
- Establecer su perímetro de seguridad (Esto definitivamente no lo hizo, tan es así que se encontraban periodistas en la zona Zero donde el peligro de un nuevo derrumbe estaba implícito, periodistas que lo interrogaban sobre su forma de actuar).
- Establecer sus objetivos. (Definitivamente no estableció ningún tipo de objetivos para su actuación, solamente se limitó a esperar a que arribaran caóticamente más recursos a la escena).
- Determinar las estrategias. (Obviamente si no conocía el SCI, mucho menos contaba con un pensamiento estratégico).
- Determinar la necesidad de recursos y posibles instalaciones. (Evidentemente al no instalar el Puesto de Comando y no pensar estratégicamente, no calculó la necesidad de recursos en la escena, se limitó a observar cómo estos se sumaban anárquicamente en la escena ¿Qué necesitaba atraer a la escena? Desde luego equipos USAR; de igual forma, no estaba en capacidad de poder determinar la necesidad de instalaciones).
- Preparar la información para transferir el mando. (Si no asumió el mando, menos podría haberlo transferido).
Sin embargo, las cosas no terminaron ahí,
lentamente se observa cómo se fueron sumando instituciones públicas y privadas
a la contingencia, sin mando, sin objetivos, sin organización, situación que
llegó hasta la metaemergencia cuando arribó el Secretario de Comunicaciones y
Transportes del Gobierno Federal y todos los recursos se dirigieron a responder
a una crisis mediática y política en la que éste se hallaba ya inmerso.
Así del manejo técnico de una emergencia,
pasamos a la metaemergencia (crisis de la emergencia), donde las acusaciones de
corrupción, de ineptitud y negligencia se hacían valer en medios de
comunicación y redes sociales, olvidándose de momento en que dos vidas se
habían perdido
Con lo anterior podemos observar como la vulnerabilidad
consistente en la incapacidad de responder a un evento adverso de manera
proporcional y coordinada, puede derivar en que situación crítica se
multiplique exponencialmente.
CONCLUSIONES:
- No existen emergencias mayores; existen emergencias y capacidad o incapacidad para responder a ellas.
- El tamaño de la emergencia es inversamente proporcional a la capacidad de respuesta. A menor capacidad de respuesta más grande el tamaño de la emergencia y viceversa.
- La capacidad de respuesta a una amenaza o al impacto de un agente perturbador debe ser proporcional al peligro o a los efectos adversos de éste. La respuesta no debe ser inferior o superior a ésto.
- La capacidad de responder a una amenaza o a sus efectos adversos es una forma de vulnerabilidad y ésta es uno de los componentes del riesgo.
- Aumentar nuestra capacidad de respuesta a amenazas o al impacto de agentes destructivos significa reducir nuestra vulnerabilidad y consecuentemente reducir el riesgo de desastre.
- La respuesta a emergencias requiere de la suma de esfuerzos de manera organizada con objetivos y metodología comunes.
- Capacitar significa adquirir capacidad, si los cursos y entrenamientos que recibimos no están encaminados a que “seamos capaces de” entonces la metodología de aprendizaje está equivocada.
Esto es todo por hoy y nos vemos en el siguiente blog dentro de 15 días.
metaemergencia@gmail.com
[1] La palabra prospectiva es un adjetivo que menciona aquello
vinculado con el futuro. Como sustantivo, este término que tiene su origen en
el latín prospicere se refiere a las
investigaciones y exploraciones que se llevan a cabo con la intención de
anticipar lo que está por venir en una cierta materia.
[2] La teoría de las elites de Pareto y Mosca
[3] Ingeniero Luis Eduardo Pérez Ortiz Cancino, ha sido Subdirector de
Atención de Emergencias en la DGPC-SEGOB, Director en la SEDESOL y Director en
el CENAPRED; actualmente Director de Protección Civil de la Delegación
Iztapalapa de la CDMX.
Excelente ejemplo, y excelente seria leer el parte que deben de levantar los grupos de auxilio que llegaron al lugar.
ResponderEliminarFelicidades JL. Muy clara explicación de lo que es una Metaemergencia y de que la magnitud del desastre no depende exclusivamente del fenómeno perturbador que lo detonó si no que es proporcional al riesgo, que incluye la intensidad del fenómeno, a las vulnerabilidades, al sistema expuesto y como bien haces énfasis inversamente proporcional al grado de preparación.
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